La formación de las cordilleras ocurre gracias a la acumulación de sedimentos. En zonas alargadas próximas a los bordes continentales se forman estas acumulaciones, que quedan expuestas a varios elementos, principalmente a los empujes laterales de las placas tectónicas.
Cuando estas zonas sufren empuje desde lados opuestos se erigen las cordilleras, cuya formación también queda a merced de la acción del viento, el agua, la vegetación y el suelo.
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